Durante el Barroco
se da la máxima riqueza escenográfica mediante cambios de escena a la vista del
público acompañado de la necesidad de sorprender, todo lo cual llevó a un gran
desarrollo de la luminotecnia
Sabatini, en un
salto de calidad dedica especial atención a la iluminación teatral y centra su
atención en la manera de iluminar la escena de forma volumétrica y dramática:
surge la preocupación de iluminar las
caras de los actores antes iluminados desde el suelo y la escenografía desde
los laterales en una sola dirección con el objeto de aportar volumen en un juego de equilibrio de sombra y luz.
Además como podremos
contemplar en esta sala el maestro escenógrafo Sabbattini introduce en la
escena un elemento especialmente innovador, la posibilidad de modelar la luz en directo
controlando su intensidad. Le podemos adjudicar el título de inventor de lo que
consideramos el primer regulador de intensidad de la iluminación teatral.
Las fuentes de luz eran las mismas que durante el siglo
anterior (velas, antorchas, lámparas de aceite), pero creció en cantidad y en
la disposición de las luces que pasó
mucho más cuidada, con una intención
teatral y estética; se realizó un estudio más profundo de los materiales
reflectores, sustituyendo las esferas llenas de agua para lo cual se
experimentó con cristales, espejos y vidrios para producir sobre los actores
reflejos abundantes
En este proceso se
produce el gradual oscurecimiento de la sala, obteniendo ventajas para la
visión del escenario cuando con la invención de la lámpara de aceite de Jean-Robert
Argand, en 1783, que se produjeron otro conjunto de mejoras notables en las
técnicas de la iluminación teatral. La lámpara de Argand, además de arder de una forma más limpia y segura que las anteriores, era diez veces más brillante, y tenía una
funda de vidrio que podía ser fácilmente coloreada y direccionada con reflectores.
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